viernes, 11 de enero de 2008

La loca de la casa.


Así llamaba Teresa de Jesús a la imaginación, ese “caballo desbocado” que llevamos dentro. Y es también el nombre que escogió Rosa Montero para este libro que ya acabé y que tantas puertas me ha mostrado.
Dice la autora que un escritor debe arrojar preguntas y no ofrecer respuestas.
El librito es de un género inclasificable a medio camino entre el ensayo, autobiografía y recopilación biográfica de diversos escritores. Ella misma, Rosa, dice que empezó queriendo ser un estudio (uno más) sobre el oficio de escribir, y acabó siendo lo que es. Ésto me recuerda al tutor de mi proyecto de fin de carrera, cuando decíamos:
- Aquí quiero que sea…
- Déjalo ser a ello por sí mismo, déjalo hablar, dale vía libre… - corregía él, ya casi anciano, sabio y lúcido siempre.

Es decir, el objeto creado, o en proceso de creación, llega a adquirir vida propia, se nos escapa. Como el caballo desbocado, a veces quiere ir no sabemos dónde, y la labor del creador consiste precisamente en domarlo, llevarlo a algún sitio. Al contrario que la vida misma que, como bien señala Montero, casi nunca tiene un principio ni un final que dé sentido coherente a una historia completa.
Rosa relaciona novela con ciudad, con locura y muerte. El poema es rural, la novela responde a un orden más urbano. Claro que cuando fue escrito aún no había hecho sino empezar lo que después se ha venido a llamar la “burbuja inmobiliaria”, cuyo estallido intuido por casi todo el mundo, hoy escandaliza. Rosa hablaba del orden urbano de la ciudad romana, por ejemplo, no del caos y desenfreno urbanizador que se ha dado en la última década.
No por ir contra corriente, sino esta vez por puro azar, este libro cayó en mis manos cuatro años después de su lanzamiento con lo que me he ahorrado bastantes euros, aunque no sólo eso: también la influencia del lanzamiento editorial y de las críticas, porque si en su momento escuché o leí algo sobre ello, ya no lo recuerdo (ventajas de tener mala memoria). De la memoria también habla Rosa: de los escritores puntillosos o descriptivos a lo Tolstoi, por contraste con los “minimalistas” que apenas dan detalles. Yo también, como ella, me apuntaría a estos últimos si tuviera la osadía de considerarme a mí misma escritora; por mi mala memoria, pero también por gusto: cada vez amo más la concreción, el grano; y cada vez me interesa menos lo superfluo. Por eso últimamente disfruto con los micro-relatos que exigen un gran esfuerzo de síntesis, lo cual sirve no sólo literariamente sino para la vida en general.
“La esencia de la locura es la soledad”, dice la autora, para a continuación sugerir que los que escribimos nos encontramos en ese punto medio fronterizo entre lo “normal” y lo “patológico” (entre la neurosis y la psicosis, distinción que me explicó perfectamente M.O. una gran psicóloga). Y sí, estoy muy de acuerdo. El artista, el creador (sea escritor, pintor, compositor musical, da lo mismo) anda siempre haciendo equilibrios entre el mundo firme, real, y el mágico o imaginario. Si traspasa la frontera hacia el mundo sólido y verdadero se le agota la creatividad. Si se cae al otro lado, ¡ay! se enredará en el maremagnum de lo infinito y con ello perderá la capacidad de ser comprendido; en definitiva dejará de comunicar.
Y por hoy basta.
¿Tendré que pedir permiso a la editorial para subir esto a mi blog?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Permiso concedido por la editorial.
Consta en correo electrónico de la autora.