sábado, 20 de junio de 2009

EL MUNDO


Hacía años que había dejado aparcado a Juanjo Millás porque, por bueno que sea un autor, llega a empachar. Entonces, lo mejor que se puede hacer es dejarlo, y volver al cabo del tiempo. Puede suceder que en ese lapso, nosotros hayamos evolucionado y ya no nos motiva, pero no siempre es así; no suele ser así cuando de verdad hay talento.
Juan José Millás me saturó con su prosa fantástica de armarios de doble fondo y objetos animados. Volver con este libro suyo -que fue premiado porque ya le tocaba, creo yo, que esos premios son así- me ha reconciliado con él en cierto modo. Es, en apariencia, una autobiografía, pero yo no me lo creo, pienso que hay mucho elemento novelado, aunque uno no pueda evitar que cuando escribimos nos ponemos en evidencia – lo cual es bueno, creo yo, significa que somos sinceros y de la verdad nace la bondad- … me parece que me he puesto pelín lapidaria.
Me recuerda algo a Paco Umbral: no me caen muy bien, pero los admiro como escritores. Me encanta lo bien que maneja este hombre el lenguaje, la lectura se desliza casi sola, sin sentir (¿es esta expresión un lugar común?). Me encanta su ironía, la acidez que subyace en todo y la fuerza de su fondo dramático, lo profundo, pese a esa forma humorística que rara vez abandona. Voy a transcribir, sin su venia, algunos párrafos que tengo señalados:

… Me hacía preguntas locas sobre el lenguaje. ¿Por qué, por ejemplo, todo el mundo comía lentejas, cuando lo lógico era que los hombres comieran lentejos? Estoy hablando de un mundo en el que las fronteras entre lo masculino y lo femenino era brutal (quizá sigue siéndolo). No es que no hubiera educación mixta, es que no había nada mixto. En un mundo así, resultaba contradictorio que ellas comieran garbanzos, en vez de garbanzas…

… la historia de un libro que había nacido sin palabras, un libro mudo. El asunto era grave si pensamos que se trataba de un manual de gramática. Los padres de este libro, una gramática macho y otra hembra, lógicamente, eran muy apreciados en el mundo académico, por lo que no podían aceptar haber tenido un hijo con todas las páginas en blanco. El cuerpo central del relato estaría compuesto por el deambular de los padres de la gramática muda por las consultas de los mejores médicos de la época, que no se ponían de acuerdo, pues para unos se trataba de un problema físico y para otros de orden psicológico…

… Me volví y dijo:
- Millás, écheme una mano.
Curiosamente, aunque Millás es también mi apellido, yo solo escuché el de mi padre. Me vinieron a la memoria, de súbito, sus tarjetas de visita, los sobres que utilizaba para enviar sus facturas, el sello de caucho que estampaba junto a su firma… Millás. Fingiendo que yo también era Millás (pues en aquel instante el apellido se había desprendido de mí), lo acompañé hasta la orilla y…

3 comentarios:

Isabel Huete dijo...

Pues yo disfruto un montón con sus columnas y también con sus novelas. Me encanta su lenguaje y sobre todo el punto de ironía. Me gusta esa sensación que me produce de no saber qué es fantasía y qué ficción, o la realidad fantasiosa o la fantasía real. Su juego de palabras me parece que tiene mucho arte. Le han surgido algunos imitadores pero no le llegan...
Ahora miraré tu comentario en el blog de Luisfe.
Besis, cari.

Dnc dijo...

No recuerdo bien si dejé a Millás pagando la moneda al niño de la tienda -para mirar por el ventanuco del sótano-, o si volvía a coger el autobús para ir al barrio de los fantasmas. El caso es que me marché a leer poesía y le dejé más tirado que una colilla.
Gracias por recordármelo.
También tengo por aquí "Los hombres que no amaban a las mujeres". Creo que voy a intentar hincarle el diente... vamos a ver...
Muuuuuchos besis noches (se dice así?)
Ahh, y si viene por aquí Sindita, dale otro besín de mi parte. Valessss??

Adu dijo...

Isa: coincidimos, excepto en lo de las columnas que yo no leo, salvo que caiga alguna en mis manos por casualidad.
Donce: no me compares, por favor, no me compares a Millás con el que escribió ese best-seller. Yo es que desconfío de los best-sellers, cuestión de principios, o de finales ahora que lo pienso; seguramente prejuicios que de vez en cuando quiebro.
Feliz domingo soleado y con brisa.