
Hacía años que había dejado aparcado a Juanjo Millás porque, por bueno que sea un autor, llega a empachar. Entonces, lo mejor que se puede hacer es dejarlo, y volver al cabo del tiempo. Puede suceder que en ese lapso, nosotros hayamos evolucionado y ya no nos motiva, pero no siempre es así; no suele ser así cuando de verdad hay talento.
Juan José Millás me saturó con su prosa fantástica de armarios de doble fondo y objetos animados. Volver con este libro suyo -que fue premiado porque ya le tocaba, creo yo, que esos premios son así- me ha reconciliado con él en cierto modo. Es, en apariencia, una autobiografía, pero yo no me lo creo, pienso que hay mucho elemento novelado, aunque uno no pueda evitar que cuando escribimos nos ponemos en evidencia – lo cual es bueno, creo yo, significa que somos sinceros y de la verdad nace la bondad- … me parece que me he puesto pelín lapidaria.
Me recuerda algo a Paco Umbral: no me caen muy bien, pero los admiro como escritores. Me encanta lo bien que maneja este hombre el lenguaje, la lectura se desliza casi sola, sin sentir (¿es esta expresión un lugar común?). Me encanta su ironía, la acidez que subyace en todo y la fuerza de su fondo dramático, lo profundo, pese a esa forma humorística que rara vez abandona. Voy a transcribir, sin su venia, algunos párrafos que tengo señalados:
… Me hacía preguntas locas sobre el lenguaje. ¿Por qué, por ejemplo, todo el mundo comía lentejas, cuando lo lógico era que los hombres comieran lentejos? Estoy hablando de un mundo en el que las fronteras entre lo masculino y lo femenino era brutal (quizá sigue siéndolo). No es que no hubiera educación mixta, es que no había nada mixto. En un mundo así, resultaba contradictorio que ellas comieran garbanzos, en vez de garbanzas…
… la historia de un libro que había nacido sin palabras, un libro mudo. El asunto era grave si pensamos que se trataba de un manual de gramática. Los padres de este libro, una gramática macho y otra hembra, lógicamente, eran muy apreciados en el mundo académico, por lo que no podían aceptar haber tenido un hijo con todas las páginas en blanco. El cuerpo central del relato estaría compuesto por el deambular de los padres de la gramática muda por las consultas de los mejores médicos de la época, que no se ponían de acuerdo, pues para unos se trataba de un problema físico y para otros de orden psicológico…
… Me volví y dijo:
- Millás, écheme una mano.
Curiosamente, aunque Millás es también mi apellido, yo solo escuché el de mi padre. Me vinieron a la memoria, de súbito, sus tarjetas de visita, los sobres que utilizaba para enviar sus facturas, el sello de caucho que estampaba junto a su firma… Millás. Fingiendo que yo también era Millás (pues en aquel instante el apellido se había desprendido de mí), lo acompañé hasta la orilla y…