sábado, 17 de enero de 2009

Animales de costumbres.

A DONCE (“Lo prometido es deuda”, decía mi abuela.)







Nos movemos dentro de unas coordenadas, una retícula de calles más o menos ortogonales. Sobre ellas caminamos con seguridad. Cuando el viento nos empuja, titubeamos, y si nos salimos fuera de esas líneas que dibujan la red, nos caemos al terreno pantanoso, arenas movedizas, aguas profundas…
Nos hemos construido un mundo a salvo de abismos, donde cada acto sea consecuencia del anterior y preludio del siguiente, donde apenas cabe la improvisación. Así se pasan los días sin grandes complicaciones.
Lo sé bien porque demasiadas veces he saltado por los agujeritos de la red. Soy olímpica nadadora en fluidos intersticiales. Hasta hace poco, pensaba que las circunstancias me habían arrojado a ellos. Ahora, creo que soy yo la que se aburre de las líneas rectas bien definidas. Algún día, cuando me jubile, tal vez escriba mi autobiografía. He cambiado seis veces de ciudad de residencia y he vivido en cuatro distintas. He tenido diez trabajos diferentes, algunos de ellos estables y bien pagados. Me casé solo una vez y no quise repetir. Tuve un hijo, aunque me hubiera gustado tener más. He protagonizado historias sentimentales varias; las más hermosas a partir de los cuarenta. Aún hoy, que creo haber pasado por casi todo, la vida no deja de sorprenderme: admito a regañadientes mi fragilidad. La vida es generosa conmigo pero no siempre he sabido verlo. Me he movido en busca de emociones que, tal vez, solo se encuentran dentro de mí.
Ahora los años pesan -no es exageración-, y ya estoy cansada de aventuras. Yo también quiero mi red ordenada de calles por donde moverme: tener horarios, costumbres, amigos para siempre, día fijo de ir al supermercado, sábado de cine y domingo familiar. Sé que eso permite canalizar la energía y las ilusiones y no dispersarlas –caso de que aún nos queden-, sé que nos hace caminar con la espalda recta, los pies firmes y el corazón a ritmo de tic-tac.
Por eso comprendo a quienes viven dentro de esquemas rígidos; lo comprendo –y quizá hasta lo envidie- porque demasiadas veces he sentido que me ahogaba en el vacío. Aunque siempre, a la postre, yo encontré un salvavidas, pero no todo el mundo tiene la misma suerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No somos todos iguales querida Adu, no todos sabemos o podemos vivir sobre cuadrículas señalizadas y en una única dirección. Tú tampoco mi Adulinda, si lo hubieses querido lo habrías tenido, aunque eso te hubiera supuesto tragar carros y carretas...
No estoy de acuerdo en que organizarse la vida, milimétricamente, canalice las ilusiones, por lo menos a mí no, a mí me las ahoga -y lo sé por experiencia-, quizás justamente ése sea mi problema. Siento que dejarse llevar por las costumbres termina -tarde o temprano- siendo lucha interna, y ahora soy un desastre que necesita saber que hay líneas rectas, y curvas, y espirales... o aristas...
No sé si has entendido algo -pq me explico como el culo- pero quiero que quede claro...
que tu dedicatoria me ha hecho muchíiiiiiiiiiiiiiiiísima ilusión.
Graciasssss, mi niña, que te aprecio un montón, joía!
(Yo también te debo algo, pero es que no me sale!!)

Adu dijo...

Claro que no todos somos iguales -afortunadamente-, cada uno encuentra su acomodo de una manera distinta, si es que lo encuentra.
Lo que quería expresar es que tener una vida organizada ayuda a sacar ratos para hacer lo que nos gusta. Mal voy si no se entiende.
Respecto a ti no sé muy bien qué decirte, sólo que no te agobies, que dejes a la vida fluir y a veces las cosas se colocan ellas solas en su sitio.
Y me alegro que te haya hecho ilusión, relájate y seguro que te sale algo, guapa, que a mi también me gusta que me dediquen cosas.
Besos de BD.