Aquel sería el primer gesto maternal consciente que recuerdo. Después vinieron más. Muchos más. Demasiados.
La casa se llenó de gorjeos y ya nada volvió a ser como antes.
Lo peor llegó con el verano. Un día, ella cogió el equipaje y al bebé y salimos rumbo al pueblo. Paramos en la gasolinera, como otros años, pero esta vez sí me dejaron saltar del coche. Cuando quise darme cuenta, por más que ladré y ladré y corrí y corrí, nada: ni rastro de ellos.
Me recogió Paco y ahora vivo con él. Me siento a salvo. Deduzco, por su olor, que nunca tendrá un bebé.
Concurso micro-relatos Cadena Ser, octubre 2007
¡Ay los Narcisos!
Hace 1 día
4 comentarios:
Me encanta ese cuento y supongo que será tuyo. Una historia que se repite demasiado, desgraciadamente gracias a esa banda de desgraciados que se comportan así.
Besinos sabatinos.
Pos claro que es mío, corazona borriquilla. Cuando no lo es, lo digo.
Besis y animis.
Enana, precioso relato, preciosísimo.
Y ahora una pequeña brona. ¿No dijimos que escribiamos algo de los abanicos las dos? ¿Cómo que me copio si no he dicha ni una palabra igual que la tuya???? Y sí, es cierto era agosto, verano angosto... pero ¿No puedo tener una licencia poetica, jodía?
Ya está cambiado y subsanado, ¡cacho de peazo de bruja!
Anda y vete pa mi blog a desfacer entuertos, joer, si hasta las fotos las he cogio de tu blog...
Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Desde luego, él no lo haría. Cómo me gusta la mirada de los perros.
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