sábado, 8 de noviembre de 2008

Cisne negro, cisne blanco III

Marga-Odile ahora recuerda sus primeros pinitos y se pregunta qué tipo de vida hubiera llevado de no haberse apuntado a los cuatro años a clase de Baile en su colegio. Qué hubiera sucedido si el Maestro, a quien le debe casi todo lo que es hoy, no la hubiera admitido en su Escuela por no tener los pies cavos, a qué dedicaría su energía y vigor, cuáles serían sus objetivos y sus ilusiones, qué haría si no supiera hacer piruetas, si no pudiera llenar sus horas con el movimiento de sus piernas al ritmo del tres por cuatro, si sus zapatillas no la transportaran hacia el cielo, si no volara, si no girara, si no sintiera danzar dentro de ella misma a los clásicos, si no conociera a Mozart, ni hubiera oído jamás las sonatas de Bach, si no se empapara cada noche con el recuerdo del piano repiqueteando debajo de sus ropas, dentro de su cuerpo, bajo de su piel.
El cisne blanco cae lentamente al suelo. El público se levanta de los asientos e interrumpe la función con sus aplausos.
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En Playa de Barra (Portugal), primavera de 2008.

Este relato-reportaje se lo dedico a una serie de personas: todas influyeron en mi amor por el Baile. Especialmente a Cuca, que pronto será madre, porque me hizo volver a emocionarme cuando ya era tarde para mí.
A Trinidad Vives, que me habló de Karen Taft.
A Karen Taft que valerosa, instaló en pleno franquismo una de las primeras escuelas de Ballet en Madrid. Y a su hija María, que continuó con la labor de su madre.
A Mari de Larios con quien, literalmente, di mis primeros pasos.
A África Morris, excelente profesional, que sufrió la rígida exigencia a los bailarines para formar parte de un Ballet Clásico.
A Víctor Ullate, por tantas tardes y veladas de ensueño.
A Tamara Rojo y Trinidad Sevillano, que protagonizan el sueño de muchas miles.
A Ana Lemes, que me enseñó también teoría e historia, y me alentó mucho a pesar de ser yo ya “muy mayor”.
A Sara Lezana y su equipo, que me abrieron la puerta de la Escuela Bolera.
Y a mi madre, que me animó a entrar en el mundo de la Danza a mis siete años.

2 comentarios:

Donce dijo...

Uffff, qué bonitoooooooo!!!!!!
Anaduncan (mi linda Guanaduncan), pero qué bien escribes tía!!
Me has dejado con una cara de tonta que no puedo con ella.
Y, también, qué bonito encontrar cosas que apasionen la vida.
Si Marga-Odile no hubiera podido llenar sus horas de piruetas, pianos, tutús... habría sabido encontrar otra manera de expresar tanta sensibilidad.
Igual que tú.
Un besazo, y hasta el mes que viene, so vagaza!! (aunque la espera ha merecido la pena. Ya te digo!!)

Adu dijo...

Bueno, hay quien escribe a diario. Yo también, pero no cuelgo todo, porque este blog no es un diario sino una recopilación de "cosas" que andaban por ahí dispersas. También aprovecho la ocasión para plasmar impresiones sobre lo que leo y lo que veo.
Como siempre gracias a ti, hermosa Donce-lla. Tú escribes muy bien, no tienes nada que envidiarnos, incluso te atreves con poemas. Yo soy negada para la poseía, por eso os admiro tanto; ¿ves?, "a cada cual, su tal".
Voy a verte ahora mismo.