domingo, 8 de junio de 2008

EL CARTERO, Charles Bukowski.

Algunas veces he hecho el siguiente experimento: cojo una novela escrita en Inglés y tengo a mano un ejemplar de la misma novela traducida al Español. En primer lugar, me permite consultar cuando no comprendo algo, esta es la razón obvia. Pero lo hago además por curiosidad: cuando leo algo que me parece difícil, miro cómo lo han traducido. El resultado es sorprendente: a menudo, simplemente no lo traducen… ¡se saltan la frase! Lo cual refuerza mi teoría de que es estupendo leer en versión original, si uno tiene suficientes conocimientos del idioma para entenderlo, claro.
Al final, suele suceder (no siempre) que acabo leyendo el libro en Español. Una es humana, mortal y vaga.
Así me ha sucedido con “Post Office” de Charles Bukowski. Ya en el título se ve la primera falsedad: el título del libro no es “El cartero” sino “Oficina de correos”, pero debe ser que en nuestro idioma resulta más comercial así.
Tenía ganas de leer a Bukowski en su propia lengua porque lo que había leído suyo hasta ahora tiene el atractivo de la frescura y naturalidad del lenguaje, de las expresiones. Escribe como se habla.
El cartero, sin duda muy autobiográfico, es un ser bastante deplorable, casi odioso: vago, alcohólico, machista, muy bruto, aunque en el fondo -por eso no llegamos a odiarlo del todo- un sentimental.
Su prosa se lee casi sin sentir. El agudísimo sentido del humor de todo lo que relata nos lleva a la sonrisa, pese al fondo trágico que subyace en la crónica del día a día.
Bukowski debió ser profundamente desgraciado, como tantos otros grandes artistas. Pero tuvo el valor

-también la suerte-, de convertir su dolor en literatura.
Toda una lección de resistencia y esperanza.

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