lunes, 17 de noviembre de 2008

Otoño, amor, sexo y poesía (II).


A una se le van cayendo las hojas al compás de los achaques. La mente mengua en memoria y gana en lucidez. El alma sale de su escondite más a menudo: unas veces hace “de las suyas”; otras, sopla serenidad.
Paseo a diario al amanecer. Mientras, soy consciente de haber nacido y de que un día, más cercano que mi nacimiento, tan sólo seré… ¿qué seré? Probablemente, nada. Hago siempre el mismo recorrido: hasta el tercer puente. Hasta el primero, agradezco tener salud para hacer una vida autónoma. Cuando voy alcanzando el siguiente, alabo la suerte de vivir en el Segundo Mundo y no pasar hambre.
Al tercer puente, dar la vuelta y desandar. Ahí me trabuco un poco; toca hacer un ejercicio que consiste en recordar a quienes amas y te aman. Pienso en mis hermanos, en mi hijo, en mi madre, en esos pocos pero cálidos amigos que están cerca, en los que ya no están, y... en aquel hombre que fue sueño. Ya no queda tiempo para hacerlo realidad: éxtasis juvenil primero, padre de tus hijos y compañero de batallas después. Otoño no es una buena estación para iniciar ese ciclo vital pues ¿qué futuro se proyecta para el invierno que llegará? Con las nieves y heladas vendrán la debilidad, la enfermedad, el dolor y la muerte. No habiendo existido un afecto que, consolidado por haber sido antes pasión y luego tedio, ¿qué puede alimentar ese final? Es tarde ya para ese hombre sueño, sí.
Pero hay tiempo aún para el romance sereno y enriquecedor (¿?). Hasta ahora las aventuras han sido más tormento que remanso.
¿Y de sexo, qué? Sólo imaginar un arrebato pasional, tal vez antaño excitante, me siento cansada. Prefiero la ternura, el sexo como experiencia estética (*). Ya únicamente me dejo seducir por un juego delicado, inteligente, que sonríe tranquilo, sin metas ni obligaciones. (Nada más absurdo que el orgasmo por real decreto.)
Como dijo el artista: “para amar hay que tener tiempo” (**).
Siempre nos queda la Poesía, que en otoño no es tan cansada como la pasión y, en todas las estaciones, resulta más constante que el amor. Además, bastan unos minutillos.
(*) “…el sexo como experiencia estética”, frase –no sé si literal o como idea, ya no recuerdo- de Ana Lemes, bailarina y amiga.
(**) Aforismo de Luis Felipe Comendador en “No pasa nada si a mí no me pasa nada”.

1 comentario:

Donce dijo...

Queda tiempo para todo, Adu, para todo lo que te propongas, y ten en cuenta que, a veces, es muuucho más bonito soñar, que conseguir.

Me voy a la cama, que hoy no tengo ganas de ná, he encendido el ordenata sólo para venir a verte.

Un beso, guapetona.

pd.: Menos mal que me explicaste "Fuerza Cuatro", no me habría dado cuenta de que los dos textos eran un solo relato.
En el primero, pensé que era una violación (supongo que era lo que pretendías), después pensé que solo era un juego "sesuarr", y tampoco, (no sé, creo que después de vieja me estoy volviendo pelleja..)