lunes, 18 de agosto de 2008

Amiguis artistis (1) LF COMENDADOR


NOS VEMOS EN EL CIELO.
Es el título de la segunda y última novela, por ahora, de Luis Felipe Comendador, poeta y artista bejarano; él mismo me ha prestado su ejemplar porque está agotado (se publicó en 1999).
Empezaré con un elogio a la carcajada: me lo he pasado muy bien. No creo que reír y disfrutar tenga nada que ver con la frivolidad. Me he reído un montón, sí, como ya me pasó con “El tipo de las cuatro”, su otra novela. Sexo, amistad, amor y muerte, temas de siempre cargados de ironía.
El humor de Luis Felipe nace de la naturalidad, de lo cotidiano. Se atreve a contar lo que otros también hacemos o pensamos, pero no lo decimos por pudor. De la ausencia de ridículo nacen las carcajadas. Y también de la humanización de lo divino. Dios es un hombre en este libro, un hombre gamberro y guasón, y el cielo un lugar donde no existen los prejuicios. El tratamiento que Luis Felipe da a lo sagrado será irreverente para muchos; yo pertenezco al club de los que aplauden la guasa hasta en lo sagrado, cuando está bien trabada, como aquí.
Gran parte de su mérito –el del autor- está en que escribe como se habla. Pero lo que a mí más me admira es que lo hace técnicamente bien, no le pillo una falta gramatical o de sintaxis, ni palabras repetidas. Nada chirría, nada sobra ni falta; el lector navega por la historia dulcemente. O tal vez sea porque ni me fijo, tal es el embaucamiento que me produce.
“Nos vemos en el cielo” tiene muchos puntos en común con “El tipo de las cuatro”: las dos saben a autobiografía, ambas nos cuentan dos historias paralelas: la del personaje escrito y la del escritor, haciendo unas carambolas entre uno y otro que al final cierran el círculo con una destreza nada fácil de conseguir, intuyo.
Luis Felipe dice que escribe de un tirón, que no relee, que no corrige: yo no me lo creo.
El “estilo libre” (*), está perfectamente conseguido pues el lector sabe hacer las pausas necesarias para no perder el hilo ni el aliento. También utilizó esta técnica en su otra novela. Repito: es que LF sabe escribir exactamente como se habla, con lo cual los personajes nos resultan muy familiares. Tal vez se pase un puntito de gamberro, llega a descarnado, brutal, me recuerda algo a Bukowsky, como me lo recuerda en lo autobiográfico. Pero un brindis por aquellos que cuentan lo que hay en su vida y alrededores sin aburrir ni un poquito.
Se me ocurre sin embargo que, tal vez, estas novelas no resistan el paso del tiempo justamente por su mayor mérito: por lo excesivamente coloquial temporal del lenguaje: así se habla aquí y ahora, en un determinado escalón socio-cultural. Ojalá me equivoque y, por el contrario, sus novelas pasen a la historia de la Literatura como pasaron otras, en calidad de “costumbristas”, representantes de una época. Aunque presiento que a LF le da lo mismo.
Que estas palabras contribuyan a animar a LF a seguir con su tercera novela, que ya tiene comenzada. Promesas de más risas; yo desde luego, me apunto.

(*) “Estilo libre”. Frases que se concatenan sin puntos ni comas. Desconozco su nombre técnico, rigurosamente literario. Lo descubrí en “Matando dinosaurios con un tirachinas”, novela ganadora del Premio Nadal 1996. Se agradecerán comentarios al respecto.

2 comentarios:

Isabel Huete dijo...

Alabo la reseña que haces sobre Luis porque es real como la vida misma, como la que él refleja en sus libros. Y la comparto al cien por cien.
No sé si la prosa libre tiene algún nombre más académico, pero es como la poesía libre: cada cual escribe como quiere en la forma sintáctica pero respetando el vocabulario, aunque también hay escritores que acostumbran a inventarse palabras o las subvierten. También Saramago escribe muchas veces sin puntuar, aunque después de donde supuestamente habría un punto la siguiente palabra va en mayúscula.
No sé si esto te servirá.
Un besote.

Anónimo dijo...

Hola "Gua"pa, que he venido a verte!
Anímate anda, que te noto mu bajita últimamente (le dijo la sartén al cazo....)

Un besazo.
Dnc